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en el espejo
Estaba en una enorme casa blanca rodeada de muros de vidrio, espejos y agua. A pesar de ser tan amplia y transparente no era muy iluminada, su luz provenía de artificios difíciles de distinguir pero claramente no era luz natural lo que alumbraba estos espacios en los que me estaba desplazando. Al centro de una de las habitaciones había una cama desatendida, sobre ella una maleta abierta en proceso de ser completada. Era tu maleta. Recuerdo vagamente que sólo me paraba ahí a verla, reconociendo tus cosas una por una y mirando en el armario el vacío que dejaban. De un pasillo de vidrio aparecías tú, vestido de playa: chanclas, traje de baño verde fosforescente muy ajustado, playera holgada blanca y lentes de sol.
“Voy tarde”, dijiste en voz alta aunque parecía más que te lo estuvieras diciendo a ti mismo.
Intente contestarte, quería preguntarte si necesitabas ayuda, decirte que te echaría mucho de menos pero no logré pronunciar una sola palabra. Tú mientras tanto ibas y venías alistando tu partida. Pasabas muy cerca de mí, tu mano rozaba mi rostro, mi pelo; tu pecho golpeaba el mío... lo que me daba más ganas de hablar, de actuar pero ignorabas mi mirada y mi aliento que necesitaban ser escuchados. De pronto mire el espejo que estaba frente a nosotros y descubrí que yo no estaba ahí.
Me desperté triste, y volví a cerrar los ojos deseando que el siguiente sueño fuera más alegre.
Un par de horas después, como una epifanía sin sentido bailaba mientras tú te alejabas.