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la batalla
Te escribo desde la Guerra. No hay viento en la trinchera.
Llega una mujer tatuada del cuello hasta los pies. El viento deja de soplar por un momento pues sus habitantes se petrifican ante este nuevo espectáculo. Una mujer marcada por gusto. Una mujer marcada por decisión propia. Alguien viene a verme y con un gesto brusco me pregunta si estoy mirando lo mismo que ven sus ojos. No lo veo. Se enfada. Su cuerpo no le pertenece a ella, le pertenece a Dios, es una falta de respeto a sus padres, me dice escandalizado. Lo miró escéptica y por un momento dudo si estoy viviendo en realidad o ficción... Siento una pequeña brisa refrescar el sudor de mi cuello, me pide que guarde mis palabras, mientras trato de recordar la fecha de hoy para revisar si esta mañana no me habré equivocado de siglo, no habré despertado en una geografía ajena. Se va, no me espera o quizá sin darme cuenta, fui yo quien caminó más rápido que él en estos tiempo paralelos que vivimos. Una vez más el viento deja de soplar, no quiere convertirse en eco. El visitante sigue su camino en busca de apoyo moral.
A esta mujer la acompaña su madre. Apoyo corporal. Sentada una junto a la otra, son cómplices y compañeras frente a un mundo que observa este cuerpo autónomo, frente a un pueblo listo a aclamar su verídico.
“¡Que le corten la cabeza!”, dirían muchos si pudieran.
Te escribo desde la Guerra. Hay fuego en la trinchera.
Miro frente a mí a las féminas de una nueva monarquía. Todas llevan poco ropa, portan tacones y bailan audazmente. Todo un pueblo las aclama e inmortaliza en likes. Aquí no hay quién se resista a cantar y bailar a los pies de esta Queen Be y sus doncellas. No puedo dejar de observar el vaivén de sus caderas, me hipnotiza hasta llevarme a un recuerdo olvidado. Me encuentro rodeada de niñas. Todas portan ropa muy ajustada, tenis entaconados y mueven las caderas con el mismo poder que las mujeres que observo hoy. Era en la colonia Guerrero, ahí no hay lugar para las princesas. Ahí o perteneces o desapareces. El recuerdo de ayer me sirve para asimilar la imagen de hoy. Estas mujeres hablan de feminismo mostrando su cuerpo y una parte de mí no puede negar sentirse confundida. A pesar de mí, parece que tengo una imagen conservadora de como una feminista debe lucir (exhibir).
debe lucir (presumir)
debe lucir (resplandecer).
Mi mente me traiciona, deber es poder. El poder sembró miedo en mí y no pude pertenecer. Tuve miedo de mostrar más allá de las rodillas al caminar por las calles del país donde nací y quizás también por eso fue que huí.
Empoderarse.
Potenciar el cuerpo.
Pertenecer para sobrevivir.
Mostrar la piel de la cual estamos hechas.
Convertir la cadera en un arma que baila para que nadie sea capaz de lastimarla.
Libertarse.
Te escribo desde la Guerra. Hay sangre que corre en la trinchera.
Llegó enojada porque la otra habían tirado a la basura la raqueta que mataba moscas y mosquitos. La culpable justificó tal acto argumentando que no quería matar a ningún ser vivo. Yo la he visto comer pollo, gritó uno mientras otra preparaba su venganza: ¡Esa mujer ya ha abortado, que no me venga a hablar de salvar vidas!
Mire el reloj pues me daba la sensación de que avanzaba en sentido contrario.
¡Oh Chronos! Me acuerdo de esa imagen de ti sentado en el cementerio de Staglieno. ¿ A quién esperas ahí? ¿Te has ya comido a todos tus hijos? ¿Quién sigue ahora la mosca, el feto o aquella mujer?
Te escribo desde la Guerra. No olvides responderme. Hay tanta soledad aquí que ni el sol, el bosque o el mar me consuelan.
Te escribo desde una guerra que parece no tener fin. Hay un túnel bajo tierra que nadie cruza por miedo a convivir.